Localizar más células del donante que del receptor en su torrente sanguíneo alertaría del riesgo a sufrirlo.

Los trasplantes de pulmón son uno de los más complejos de llevar a cabo. Sus dificultades para encontrar un donante idóneo, su incorporación tardía a la práctica clínica y su alto riesgo de rechazo han provocado que aún los resultados no sean los esperados. De todos estos hándicaps, el rechazo agudo del injerto es el que más peligros entraña.

Se podría decir que es casi inevitable en el primer año, a pesar de los avances en inmunosupresión de los últimos tiempos. Se trata de una de las complicaciones más frecuentes y predispone al rechazo crónico en un número importante de pacientes trasplantados. Y es así, especialmente, por la complejidad para preverlo. Ese fue el principal cometido de los investigadores del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI) cuando decidieron estudiarlo. ¿El resultado? Un análisis de sangre que podría prevenirlos y que aceleraría la respuesta de los médicos.

“Esta prueba resolvería uno de los grandes problemas en los trasplantes de pulmón”, ha señalado Hannah Valantine, coautora del estudio e investigadora principal del Laboratorio de Genómica de Trasplantes de Órganos del NHLBI. “Estamos muy ilusionados porque puede salvar muchas vidas. Especialmente, por la escasez de órganos que hay”.

Según la investigación publicada en EbioMedicine de The Lancet, los receptores de estos órganos tienen las tasas de supervivencia más bajas entre todas las intervenciones que se practican: la tasa de supervivencia es de cinco años. Además, éstos se enfrentan a una alta probabilidad de rechazo crónico, que se produce cuando el sistema inmunológico ataca al órgano trasplantado. Las herramientas existentes para detectar estos signos, como la biopsia, requieren la extracción de pequeñas cantidades de tejido pulmonar que, a veces, no son suficientes para determinar el nivel de gravedad. Por eso, esta nueva prueba abre un nuevo camino en su detección temprana.

Ésta comienza con la extracción de sangre de la persona receptora, cuyo ADN será clasificado y analizado por un ordenador. De modo que, si se localiza una mayor cantidad de células del donante que del receptor, existirán evidencias de mayor riesgo de rechazo. Para confirmarlo, realizaron un seguimiento a 106 receptores, a los que se les extrajo varias muestras de sangre durante tres meses.

Los resultados demostraron que aquellos con más fragmentos de ADN del donante que suyos propios tenían seis veces más posibilidades de desarrollar un fallo orgánico o de morir durante el periodo de seguimiento. Es importante subrayar que los investigadores detectaron que más de la mitad de los sujetos con alto riesgo de rechazo no mostraron signos externos de complicaciones durante este período.

El trasplante pulmonar consiste en cambiar uno o los dos pulmones dañados (y sin posibilidades de cura) por otros sanos. Dicho de otro modo, de lo que se trata es de iniciar una nueva vida con los pulmones ofrecidos de forma generosa por donantes anónimos fallecidos y cuyas familias aceptan conceder esta segunda oportunidad. 

El primer trasplante pulmonar español lo realizó Ramón Arcas en 1990, en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Desde entonces y hasta enero de 2016, se han realizado 3.781 trasplantes en nuestro país. En 2013, se publicaron los primeros datos recogidos en un archivo nacional entre 2006 y 2010. En ese periodo se trasplantaron 951 adultos y 31 niños. En los primeros la causa más frecuente de trasplante fue el enfisema y en los segundos la fibrosis quística. Según el informe, la supervivencia a los tres años fue de 60% en los adultos y 70% en los niños, siendo las infecciones la causa más frecuente de mortalidad.

“Hemos demostrado por primera vez que el ADN procedente de un donante es un marcador que permite predecir el rechazo crónico e, incluso, la muerte. Esto nos puede dar un margen de tiempo importante para intervenir”, ha asegurado Valantine sobre este avance. “Así, si se consigue predecir, los médicos tendrían la opción de aumentar las dosis de fármacos contra el rechazo, incluir nuevos agentes para reducir la inflamación del tejido o tomar otras medidas para prevenir o retardar su progresión”.

 

Fuente: larazon.es