La enfermedad del Hígado Graso No Alcohólico y la forma más agresiva de esta, la Esteatohepatitis No Alcohólica son problemas que están llegando a ser tema de interés en la comunidad médica en general, especialmente debido a la creciente frecuencia de diabetes y obesidad en la población mundial.

 

Existen fuertes evidencias que vincularían la enfermedad del Hígado Graso No Alcohólico con el tan conocido síndrome metabólico o síndrome X, hasta el punto de aceptar esteatosis hepática y su espectro como un elemento más de este último, acompañado de diabetes, hipertensión, hipertrigliceridemia y obesidad. Al parecer la resistencia a la insulina sería lo que estas enfermedades tendrían en común y el paciente que rara vez confiesa que come mal y bebe mucho estaría desarrollando esta enfermedad que no da síntomas en sus primeros estadios y que no se concibe como tal hasta que los valores en la analítica son altos.

 

Si hablamos de la histología del hígado graso no alcohólico estaríamos hablando de un producto de la hepatitis alcohólica aunque el curso clínico sea largo y lento. En ese sentido, muchos pacientes desarrollan a posteriori una cirrosis así como un carcinoma hepatocelular que requiere trasplante.

 

Es importante señalar que no existe ningún tratamiento específico para este estado aunque el régimen terapéutico conformaría una bajada de peso inicial brusca, una dieta equilibrada vigilada por un endocrino que conozca nuestra patología así como una tabla de ejercicios para mantenernos en forma. En este posible cambio de hábitos de vida, se incluiría la bajada de ingesta de tabaco, grasas, cero alcohol y cero alimentos con colesterol.

 

De igual forma conviene destacar que no existe tratamiento farmacológico alguno para la enfermedad del hígado graso no alcohólico ni para la esteatohepatitis no alcohólica si bien el comienzo de todo es la resistencia a la insulina que desarrolla de forma silente el paciente que sin preverlo, no altera sus hábitos de vida. La gravedad de estos pacientes es que no se ven enfermos, no consideran que estos síntomas son importantes y, por tanto, no ven el riesgo de una posible fibrosis hepática con el consiguiente daño irreversible.

 

Si el paciente ayuda, el pronóstico del hígado graso simple es generalmente bueno mientras que si existe fibrosis, inflamación, presencia de cuerpos de Mallory, etc. de forma inevitable se desarrollará también un riesgo de progresión hacia una cirrosis hepática, carcinoma hepatocelular y un posible trasplante hepático.

 

 

Fuente: periodistas-es.com